martes, 3 de mayo de 2011

Crítica CINE// Maddin evoca (de nuevo) al silencio en blanco y negro




Hannah Mitchell// Guy Maddin da un golpe en la mesa y ensalza la delicada y sensual esencia del suculento cine en blanco y negro, otra vez (gracias). El escenario de tal alumbramiento, causante de una vorágine de sentimientos encontrados, no ha sido otro que El Festival de Cinema d´Autor de Barcelona (D´A 2011 para los amigos), cuyos asistentes fueron agraciados durante el pasado fin de semana con una retrospectiva del director canadiense cuyos ejercicios indefinibles  le transportan a uno hacia historias verosímiles acolchadas con el material del que se hacen los sueños: blanc, noir et le silence.
Palabras, me sobráis. Maddin invoca al silencio, y justo después a la carcajada, surgiendo así una lucha constante entre ambos  que queda suspendida en las filmotecas cada vez que proyectan  piezas tan deliciosas como 'Dracula: pages of a virgin's diary' (2002) o 'The saddest music in the World' (2003).Y es que el cine de Maddin está lleno de humor y chascarrillos (mejores que los de ese ser que se hace llamar Torrente, en cualquiera de sus cuatro versiones).
Y entonces llega ‘My Winnipeg’, oda a otra triste ciudad  Americana. La lectura poética de cada plano, cada calle, cada puente, cada edificio aparentemente gris y sombrío;  desmarca a este documental sobre sensaciones de cualquier otro intento fallido por captar la esencia de una ciudad, americana o no.  
El  pasado domingo todos respiraron aquellos locos años veinte, los mismos que lleva reviviendo éste demente canadiense las últimas tres décadas. Treinta años de héroes, detectives, madonnas y rasgos autobiográficos que revelan verdades como puños sobre su persona. Es un soñador.
Fotograma de la película `The sadest music in the world' 


'Brand upon the brain!' (2006), incluida en la retrospectiva,  se desarrolla en un entorno muy ‘bucólico para no dormir’ (un faro, una playa y memorias en doce capítulos) y cuenta otra historia de terror (bastante alejada de películas tipo Saw y todas y cada una de sus putrefactas secuelas) con  dejes que sumergen al espectador en el surrealismo más absorbente  Empezando por ese héroe autobiográfico que vuelve a casa tras una prolongada ausencia  con la única misión de pintar el faro que su madre regentaba. Una madre al estilo de la histriónica Maria Antonia San Juan en La que se avecina. No es una chica Almodóvar, es una chica Maddin.

Para todos aquellos que pecáis de tener tiempo libre, sepan ustedes que el genio canadiense es mucho más que sus dos títulos conocidos. ¿Por qué no podéis dejar pasar la oportunidad de beber de las fuentes de su locura?  Porque su cine en cien por cien apetecible, del que le hace a uno olvidar cómo está hecho, o los porqués de ciencia ficción, hace olvidar. ¡Viva el  cine que apela al corazón del espectador! 

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